Catarsis de cuarentena

Pasaron rostros detrás de retazos de tela que tapaban sus narices, cachetes y bocas.

Pasaron cuerpos en dos ruedas, también con su rostro a medio tapar. Llevaban una bolsa vacía en sus manos.

Pasaron perros buscando a otros perros.

No pasaron niños.

No pasaron mochilas.

Los abuelos no salieron ni a regar sus plantas.

Pasó el viento y movió los colchones de hojas.

Pasó un camión con un cartel de la municipalidad para fumigar las calles. También a barrerlas.

Se llevaron los bichos y también los colores.

Afuera de mi casa es otoño.

Los arboles quedaron pelados, los supermercados cierran a las 20 hs. Los domingos las moscas no vuelan.

Comprar ropa ya no hace falta. Comprar un pijama y pantuflas tal vez si.

El quedarse fuera del aula en la facultad se convirtió en quedarse afuera del vivo por la mala conexión de wifi.

El pedido de los profesores para que hagamos silencio se convirtió en el pedido de apagar los micrófonos.

Hay cosas que no pueden convertirse en otras cosas semejantes. Por más esfuerzo que uno le ponga, no pueden. Los abrazos, por ejemplo.

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